Notarán cómo deben hacer inferencias, apoyándose en información que las sustente.
Economía
sin batería
Son
las 5:00 de la madrugada del lunes 28 de junio, todavía la penumbra viste el
cielo y una fila de conductores ya se ha formado ordenadamente en fila a las
puertas de la empresa Duncan, en la zona industrial Los Montones en Barcelona.
Entre
los presentes están quienes conversan en grupos, algunos fuman apartados, otros
están vigilantes y miran alrededor como nerviosos. Quizá, el atraco perpetrado
hace dos días en este lugar por un puñado de motorizados aflore los nervios en
más de uno. Ese día de acción delictiva despojaron a todos los presentes de sus
billeteras, celulares y dinero en efectivo.
(INFERENCIA) Quienes madrugan frente a la Duncan lo hacen obligados por la escasez de
baterías para vehículos. Desde diciembre de 2013 este ramo del comercio no
exhibe estos equipos energéticos en razón de los problemas de importación y
falta de divisas, se ha hecho un caos comprarlos. Un panorama a crónico como
la ausencia de alimentos y alza inflacionaria en tiempos revolucionarios que
tiende a elevar el malestar general y presagia complicaciones electorales en
2015.
Mosquitos
y plagas se lanzan en enjambres cual succionadores de sangre, pero muchos como
el chofer Antonio López, repelen con las manos el ataque volador mientras
esperan pacientes la luz del día. A las 8:00am está previsto que suban la
santamaría de la distribuidora , por ende se inicie la venta al público.
“Esto
es como una maldición, increíble a lo que hemos llegado. Nos toca buscar hasta
debajo de las piedras los alimentos y de ñapa una batería”, cuestiona López, un
hombre de nariz prominente, macizo, blanco, alto como basquetbolista. “Y para
remate aquí en la Duncan hay venta limitada, hasta donde alcancen los números”,
añade y le hace señas a un vendedor de café que acaba de llegar al lugar.
Conforme
transcurren las horas despunta el alba, van sumándose más conductores a la cola
que dobla la esquina y se extiende kilométrica tres cuadras más arriba. “Y el
gobierno asegura que todo está normal en el país”, dice en tono burlón una
mujer a un puñado de hombres que la rodean. “Yo te aviso chirulí, aquí lo que
viene es candanga”, se escucha decir tajante a uno del grupo.
(INFERENCIA)
El presagio de males mayores está atizado por el último informe semestral de
Fedecámaras, en el cual revela que el sector automotriz recortará al cierre de
2014 un 45% de sus empleos por la caída en el ensamblaje, un cuadro complicado
para los repuesteros , fábricas y expendedores de baterías que sin divisas no
dudarían también en reducir nómina.
A las
8: 45am un empleado autorizado de la Duncan entrega un ticket numerado. Los
primeros en recibirlo ingresan al estacionamiento de la compañía. Lo hacen de
dos en dos y pasan presurosos, aunque hay varios choferes que deben empujar sus
vehículos con baterías descargadas.
(INFERENCIA)
La visual es desconcertante, pero más será para quienes no logren comprar el
anhelado equipo energético porque al mediodía cierran la venta al público. Irse
con las manos vacías por la alta demanda y poca oferta, sugiere los meses de
escasez por venir en una Venezuela apreciada por su economía petrolera, pero
actualmente sin poder arrancar en bienestar por falta de batería.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
El calvario mensual
La situación económica de los últimos años ha obligado al venezolano a
convertirse en un malabarista experto en estirar su sueldo
Son las 4:00 de la mañana y la alarma
de María Guevara ya sonó. Su jornada comenzó: planchar, cocinar para luego irse
a buscar el pan de todos los días. María tiene dos hijos, de cuatro y siete
años. Ella no cuenta con el apoyo económico de nadie más ya que su esposo
fue una de las víctimas del hampa que envuelve a Venezuela.
Es viernes 30 de julio, llegó la
quincena y junto a ella el calvario de María quien insiste que su sueldo no le
alcanza para nada. La preocupación la aborda pues es la sombra que acompaña
cada día a la trigueña de 27 años.
Ella trabaja de auxiliar en una
farmacia de Barcelona, y sobrevive junto a sus hijos con un salario de 4.251
bolívares, sueldo que “estira” hasta el último día del mes.
El reloj marca las 4:40 de la
mañana y el sol continúa sin asomarse. María ya se encuentra en el puesto
treinta de una fila de sesenta personas que se forma a las afueras del Mercal
ubicado en Boyacá II, ligando encontrar todos los productos que necesita para
cada día.
(INFERENCIA) La inflación que ha
abordado a Venezuela con mayor intensidad desde el 2010 y que aún persiste,
aumenta el panorama desalentador que obliga a la mayoría de los venezolanos -que
antes compraban en cualquier establecimiento público o privado los productos de
la cesta básica- tener que madrugar para conseguirlos al precio regulado y así
estirar su sueldo.
La espera parece interminable. El
calor comienza a sentirse. Son las 7:15 de la mañana y algunos se encuentran
sentados en sus banquitos, mientras que otros cercioran que nadie se colee,
pues a las 8:00 am, el recinto abrirá sus puertas. Los ojos verdes de María
expresan el cansancio de madrugar. Las agujas del reloj marcan las 10:00 am, y
ya Guevara está de octava.
Mirna Vicent se acercó al lugar con
su hijo Ricardo quien sufre de discapacidad motora. Cuando el
vigilante de unos 35 años la iba a dejar pasar, los de la fila se convirtieron
en fieras. Los insultos no se hicieron esperar, “vieja fresca, haz tu cola”,
gritaba una señora de piel morena y de contextura corpulenta. El vigilante con
carácter y rapidez le abrió paso a Vicent, pero ella, asustada, decidió irse
del Mercal.
Son las 12:44 de la tarde y María
consiguió sólo dos pollos y dos paquetes de arroz. Los estantes ya estaban
vacíos. La mantequilla y la leche fueron los primeros productos que se
agotaron. La tristeza y rabia de la mujer se hicieron notar “¿hasta cuándo voy
a seguir pasando por esto?”, gritó desesperada y se marchó pensando cuál sería
su próxima parada.
Guevara llegó al mercado de Tronconal
III, donde consiguió harina de maíz, aceite y mantequilla, a precios elevados,
mientras que la leche, que tanto necesitaba para sus hijos brilló por su
ausencia.
(INFERENCIA) El tiempo de escasez que
ha ido avanzando en el país durante el transcurso del tiempo y que se agudizó
en el año 2013 y 2014, por la falta de producción interna, inadecuados
controles, expropiaciones e intervenciones, obliga a muchos venezolanos a
gastar el 60% de su sueldo en abastos, donde los productos se encuentran al
doble del precio regulado y que sugiere a una economía devastadora sin ninguna
mejoría.
Para sobrevivir María hace malabares.
Se las ingenia para alargar su sueldo arreglando las uñas de las manos y de los
pies, aunque a los prestamistas no los deja a un lado.
(INFERENCIA) A pesar de que el 1° de
mayo se hizo efectivo el aumento del 30% del salario mínimo nacional -de 3.270
pasó a 4.251 bolívares-, el sueldo aun sigue siendo insuficiente para los
venezolanos pues según el Centro de Documentación y Análisis Social de la
Federación Venezolana de Maestros (Cenda) la Canasta básica se
ubica desde marzo de 2014 en 17.576 bolívares, más de tres sueldos al mes. Situación
que refleja un panorama alarmante y que de continuar puede acabar en un
estallido social.
“¿Cuándo será el día que el sueldo me
alcance para comprar todo el mercado?”, “¿Cuándo podré conseguir todos los
productos en un mismo lugar?, “¿Cuándo este salario dejará de ser un
calvario?”, son algunas de las preguntas que invaden la mente de María cuando
el día termina.
hola me gustaría saber quiénes son los autores de ambas crónicas.... son suyas?, gracias
ResponderEliminarSU MADRE
Eliminarhola me gustaría saber quiénes son los autores de ambas crónicas.... son suyas?, gracias
ResponderEliminarMe ayudó mucho, gracias
ResponderEliminarDiossss, incrible!Gracias un abrazo!!
ResponderEliminar