lunes, 5 de enero de 2015

Ejemplos de crónicas interpretativas.

Feliz Año estimados alumnos, acá les coloco los ejemplos de crónicas interpretativas que les servirán de guía para la elaboración de sus escritos.

Notarán cómo deben hacer inferencias, apoyándose en información que las sustente.



Economía sin batería

Son las 5:00 de la madrugada del lunes 28 de junio, todavía la penumbra viste el cielo y una fila de conductores ya se ha formado ordenadamente en fila a las puertas de la empresa Duncan, en la zona industrial Los Montones en Barcelona.

Entre los presentes están quienes conversan en grupos, algunos fuman apartados, otros están vigilantes y miran alrededor como nerviosos. Quizá, el atraco perpetrado hace dos días en este lugar por un puñado de motorizados aflore los nervios en más de uno. Ese día de acción delictiva despojaron a todos los presentes de sus billeteras, celulares y dinero en efectivo.

(INFERENCIA) Quienes madrugan frente a la Duncan lo hacen obligados por la escasez de baterías para vehículos. Desde diciembre de 2013 este ramo del comercio no exhibe estos equipos energéticos en razón de los problemas de importación y falta de divisas, se ha hecho un caos comprarlos. Un panorama a crónico como la ausencia de alimentos y alza inflacionaria en tiempos revolucionarios que tiende a elevar el malestar general y presagia complicaciones electorales en 2015.

Mosquitos y plagas se lanzan en enjambres cual succionadores de sangre, pero muchos como el chofer Antonio López, repelen con las manos el ataque volador mientras esperan pacientes la luz del día. A las 8:00am está previsto que suban la santamaría de la distribuidora , por ende se inicie la venta al público.

“Esto es como una maldición, increíble a lo que hemos llegado. Nos toca buscar hasta debajo de las piedras los alimentos y de ñapa una batería”, cuestiona López, un hombre de nariz prominente, macizo, blanco, alto como basquetbolista. “Y para remate aquí en la Duncan hay venta limitada, hasta donde alcancen los números”, añade y le hace señas a un vendedor de café que acaba de llegar al lugar.

Conforme transcurren las horas despunta el alba, van sumándose más conductores a la cola que dobla la esquina y se extiende kilométrica tres cuadras más arriba. “Y el gobierno asegura que todo está normal en el país”, dice en tono burlón una mujer a un puñado de hombres que la rodean. “Yo te aviso chirulí, aquí lo que viene es candanga”, se escucha decir tajante a uno del grupo.

(INFERENCIA) El presagio de males mayores está atizado por el último informe semestral de Fedecámaras, en el cual revela que el sector automotriz recortará al cierre de 2014 un 45% de sus empleos por la caída en el ensamblaje, un cuadro complicado para los repuesteros , fábricas y expendedores de baterías que sin divisas no dudarían también en reducir nómina.

A las 8: 45am un empleado autorizado de la Duncan entrega un ticket numerado. Los primeros en recibirlo ingresan al estacionamiento de la compañía. Lo hacen de dos en dos y pasan presurosos, aunque hay varios choferes que deben empujar sus vehículos con baterías descargadas.

(INFERENCIA) La visual es desconcertante, pero más será para quienes no logren comprar el anhelado equipo energético porque al mediodía cierran la venta al público. Irse con las manos vacías por la alta demanda y poca oferta, sugiere los meses de escasez por venir en una Venezuela apreciada por su economía petrolera, pero actualmente sin poder arrancar en bienestar por falta de batería.


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El calvario mensual


La situación económica de los últimos años ha obligado al venezolano a convertirse en un malabarista experto en estirar su sueldo  

Son las 4:00 de la mañana y la alarma de María Guevara ya sonó. Su jornada comenzó: planchar, cocinar para luego irse a buscar el pan de todos los días. María tiene dos hijos, de cuatro y siete años.  Ella no cuenta con el apoyo económico de nadie más ya que su esposo fue una de las víctimas del hampa que envuelve a Venezuela.

Es viernes 30 de julio, llegó la quincena y junto a ella el calvario de María quien insiste que su sueldo no le alcanza para nada. La preocupación la aborda pues es la sombra que acompaña cada día a la trigueña de 27 años.

Ella trabaja de auxiliar en una farmacia de Barcelona, y sobrevive junto a sus hijos con un salario de 4.251 bolívares, sueldo que “estira” hasta el último día del mes.

El reloj marca las 4:40 de la mañana  y el sol continúa sin asomarse. María ya se encuentra en el puesto treinta de una fila de sesenta personas que se forma a las afueras del Mercal ubicado en Boyacá II, ligando encontrar todos los productos que necesita para cada día.

(INFERENCIA) La inflación que ha abordado a Venezuela con mayor intensidad desde el 2010 y que aún persiste, aumenta el panorama desalentador que obliga a la mayoría de los venezolanos -que antes compraban en cualquier establecimiento público o privado los productos de la cesta básica- tener que madrugar para conseguirlos al precio regulado y así estirar su sueldo.

La espera parece interminable. El calor comienza a sentirse. Son las 7:15 de la mañana y algunos se encuentran sentados en sus banquitos, mientras que otros cercioran que nadie se colee, pues a las 8:00 am, el recinto abrirá sus puertas. Los ojos verdes de María expresan el cansancio de madrugar. Las agujas del reloj marcan las 10:00 am, y ya Guevara está de octava.

Mirna Vicent se acercó al lugar con su hijo Ricardo quien sufre de discapacidad motora. Cuando el vigilante de unos 35 años la iba a dejar pasar, los de la fila se convirtieron en fieras. Los insultos no se hicieron esperar, “vieja fresca, haz tu cola”, gritaba una señora de piel morena y de contextura corpulenta. El vigilante con carácter y rapidez le abrió paso a Vicent, pero ella, asustada, decidió irse del Mercal.

Son las 12:44 de la tarde y María consiguió sólo dos pollos y dos paquetes de arroz. Los estantes ya estaban vacíos. La mantequilla y la leche fueron los primeros productos que se agotaron. La tristeza y rabia de la mujer se hicieron notar “¿hasta cuándo voy a seguir pasando por esto?”, gritó desesperada y se marchó pensando cuál sería su próxima parada.

Guevara llegó al mercado de Tronconal III, donde consiguió harina de maíz, aceite y mantequilla, a precios elevados, mientras que la leche, que tanto necesitaba para sus hijos brilló por su ausencia.

(INFERENCIA) El tiempo de escasez que ha ido avanzando en el país durante el transcurso del tiempo y que se agudizó en el año 2013 y 2014, por la falta de producción interna, inadecuados controles, expropiaciones e intervenciones, obliga a muchos venezolanos a gastar el 60% de su sueldo en abastos, donde los productos se encuentran al doble del precio regulado y que sugiere a una economía devastadora sin ninguna mejoría.

Para sobrevivir María hace malabares. Se las ingenia para alargar su sueldo arreglando las uñas de las manos y de los pies, aunque a los prestamistas no los deja a un lado.

(INFERENCIA) A pesar de que el 1° de mayo se hizo efectivo el aumento del 30% del salario mínimo nacional -de 3.270 pasó a 4.251 bolívares-, el sueldo aun sigue siendo insuficiente para los venezolanos pues según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cenda) la Canasta básica se ubica desde marzo de 2014 en 17.576 bolívares, más de tres sueldos al mes. Situación que refleja un panorama alarmante y que de continuar puede acabar en un estallido social.

“¿Cuándo será el día que el sueldo me alcance para comprar todo el mercado?”, “¿Cuándo podré conseguir todos los productos en un mismo lugar?, “¿Cuándo este salario dejará de ser un calvario?”, son algunas de las preguntas que invaden la mente de María cuando el día termina.


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